Marzo 2020 en Lima. Prácticamente de un día para el otro la pandemia nos llevó a una cuarentena obligada y los que tenían un trabajo, ya sea dependiente o independiente, tuvieron que migrar sus servicios a lo virtual.
Al comienzo, muchos elogiaban los beneficios de trabajar desde casa: “ya no tengo que manejar dos horas al trabajo en medio del caos del tráfico limeño, uff, qué maravilla”, “ahora trabajo en pijama y solo tengo que estar presentable de la cintura para arriba” o “ya no tengo que verle todos los días la cara a mi jefe, lo máximo!!!”. Esos eran algunos de los entusiasmados comentarios de los que trataban de verle el lado positivo a la situación, porque lo que muchos no mencionaban, todavía, era que la casa también estaba siendo compartida con la pareja, los hijos, y a veces hasta con la suegra y que, en varios casos, se había prescindido de la persona que antes ayudaba con las labores domésticas por miedo al virus, lo cual implicaba que ahora no solo tenías que trabajar en casa, sino también cocinar, comprar la comida, lavar la ropa y limpiar.
Pero bueno, era cuestión de acomodarse a la nueva situación y hasta ese momento las recomendaciones que dábamos en términos de negociación eran definir claramente responsabilidades y espacios, colaborar entre todos los miembros de la familia como un gran equipo y si surgían conflictos, buscar el bien común. Todo muy civilizado y salomónico.
Luego las empresas más grandes empezaron a enviar sillas ergonómicas a casa, qué detallazo decían algunos, mi empresa se preocupa por mí y por mi espalda, pero la verdad es que, en términos generales, la mayoría de empresas no hizo mucho más en beneficio del bienestar de sus trabajadores. Pasaron tres meses y medio más y se levantó la cuarentena, más no el teletrabajo. A estas alturas, una tarea extra, y que demandaba mucho tiempo, era encargarse también de supervisar a los chicos que se sentaban en sus laptops a asistir a clases virtuales. En cuanto a las empresas, ya muchas de ellas habían procedido a despedir personal para ahorrar costos, lo que implicaba que la carga laboral se había incrementado exponencialmente.
Por lo tanto, el estrés y el cansancio empezaban a aflorar en los ejecutivos por estar varias horas frente a la computadora, cada vez se hacía más difícil no estar día y noche conectado, respondiendo e-mails de madrugada o llamadas de tu jefe mientras bañabas o acostabas a tus hijos. En cuanto al aspecto físico, el sobrepeso también empezaba a hacerse visible debido a la falta de ejercicio y/o a la comida rápida y poco saludable que se preparaba para salir del paso.
Febrero 2021. Nos han vuelto a poner en cuarentena, en principio por 30 días, aunque todos tenemos serias dudas al respecto, y hoy las y los ejecutivos empiezan a sentirse quemados, es decir, agotados física, mental y emocionalmente, aislados, desconectados de su empresa y de sus compañeros de trabajo, y la insatisfacción laboral se ha incrementado exponencialmente, al punto que muchos conservan sus puestos de trabajo por una cuestión de necesidad, más no de satisfacción y esto es delicado, ya que no está asegurado el engagement y, a estas alturas, contratar nuevo personal puede ser un proceso difícil y muy costoso en cuanto a la curva de aprendizaje.
En este contexto en el que el teletrabajo va a ser una constante durante este y los próximos años, dado que muchas empresas, las de tecnología principalmente, han decidido volverse 100% virtuales, ¿qué debería pasar con el teletrabajo este 2021?
En primer lugar, atender las necesidades de salud y bienestar de los trabajadores. En las últimas semanas, nos ha sorprendido que varios clientes ya no nos pidan Coaching Ejecutivo para high potentials, sino más bien espacios de conversación y contención para todos los trabajadores en general, desde los Directores hasta los mandos medios. Es decir, ahora el objetivo ya no es que los ejecutivos desarrollen habilidades blandas sino que sobrevivan a la coyuntura. Asimismo, las empresas están solicitando cada vez más espacios de meditación o mindfulness, por ejemplo. Cuando hasta hace solo un año era casi impensable que los ejecutivos se pusieran a meditar, hoy esta es una necesidad urgente en muchas empresas. Creo que a estas alturas las empresas están llegando al convencimiento de que destinar parte importante de su presupuesto de capacitación del 2021 a este tipo de actividades relacionadas con el bienestar de su gente, es hoy una inversión segura que va tener un impacto directo en la mejora de la productividad de la empresa, e inclusive, en la continuidad de la misma. Enhorabuena!
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